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2. Aristóteles
El lugar donde Aristóteles
trabajaba tenía el nombre de Liceo, un antiguo gimnasio dedicado a Apolo, en
Atenas, y en cuyos jardines acostumbraba a pasear mientras “hacia” filosofía con
sus discípulos y amigos. De ahí, el nombre de “peripatético” (de peripatein, pasear). Parte de los
escritos que nos han quedado eran notas que Aristóteles tomaba y redactaba para
esta enseñanza “dialogada”.
Aristóteles era un “meteco”, un
ciudadano de origen griego, pero no ateniense, nacido el año 384 a.c. en Estagira.
Era hijo de un médico al servicio del rey de macedonia, el abuelo de Alejandro. Cuando tenía diecisiete años fue enviado por su tutor a Atenas y
permaneció en la Academia
platónica. Cuando murió Platón, se marchó a Asia Menor.
En el año 342 a.c. aceptó una
invitación de Filipo para ocuparse de la educación de su hijo adolescente,
Alejandro. Junto a Teofrasto (quien continuará su obra), vuelve Aristóteles a
Atenas, funda el Liceo y comienza a desarrollar una extraordinaria labor
docente e investigadora. A la muerte de Alejandro huyó de Atenas “para que los
atenienses no pecasen de nuevo contra la filosofía”. Se refugió en Calcis, y
allí murió en el año 322 a.c.
La filosofía de Aristóteles se prolonga en su vigencia gracias a la obra del pensador del siglo XIII Santo Tomás de Aquino.
Son especialmente significativas las influencias que ejerce durante los quince siglos de cultura occidental que siguen a la muerta del filósofo estagirita en los campos de la biología, la cosmología y la física. Aunque para estas dos últimas disciplinas, la “revolución cosmológica” que tendrá lugar entre los siglos XV y XVI, capitaneada por personajes como Copérnico, Kepler y Galileo, supondrá una desautorización científica en toda regla del pensamiento aristotélico.
La teoría del conocimiento de Aristóteles según la cual el conocimiento comienza con los datos que obtenemos mediante nuestros sentidos tendrá gran influencia en el empirismo inglés de autores como John Locke o David Hume.
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2.1. Crítica de la doctrina platónica
Partiendo de lo sensible,
Aristóteles critica las ideas platónicas. La principal objeción de Aristóteles
se refiere a la separación que Platón pone entre las ideas y las cosas. Por eso
busca un saber lo suficientemente universal y abstracto y que, al mismo tiempo,
esté radicado en las cosas y parta de la experiencia de ellas. Una experiencia
que acopla la mirada con el recuerdo, la sensación con la reflexión.
Aristóteles piensa que los conceptos universales han de tener
un fundamento en lo real, ya que,
cualquier conocimiento de lo universal ha de estar precedido de un conocimiento
sensible y no “ideal”. No existe la idea que no haya ido levantándose sobre la
realidad de la experiencia, esa mezcla de sensación y memoria.
Aristóteles afirmaba que la esencia (la forma) de un ser se
encuentra en el interior de ese ser. La sustancia segunda está en la
sustancia primera y solo es separable de esta por el entendimiento. Es una
separación lógica, mental, pero no real. Si la esencia de algo existe separada
de “ese algo”, entonces es, a su vez, sustancia, y si es sustancia necesita de
una esencia, por lo que nos encontramos ante una cadena infinita de sustancias
y esencias, lo que es un absurdo.
Intentar explicar el mundo
sensible a través del mundo inteligible no tiene sentido ya que es problemática
y, además, ahora hay que explicar dos mundos y así la dificultad se duplica.
Las ideas no explican ni el movimiento ni el origen del movimiento
porque no son causas motrices ni
eficientes.
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2.2. El proceso de abstracción frente al acceso
dialéctico a las ideas de corte platónico
El conocimiento comienza con los sentidos, que son la
facultad de recibir las formas sensibles sin la materia. La imagen particular
de ese objeto queda retenida en la memoria.
Después el entendimiento agente
universaliza esa imagen, que influye sobre el entendimiento paciente, que genera el concepto universal.
Posteriormente cuando se contempla un ser de la misma clase se reconoce porque
se identifica con lo visto anteriormente.
Afirma Aristóteles que en todos
los seres existe un principio de inteligibilidad, algo captable por la
inteligencia, que es su forma o especie. La mente debe abstraer ese principio
inteligible que se corresponde con su esencia y, por lo tanto, constituye su
definición. Es un proceso inductivo y abstractivo que procede desde la
experiencia de la sensación hasta la elaboración del concepto universal.
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2.3. El tránsito cara al mundo helenístico
Aristóteles, ejerce gran
influencia sobre la época posterior a su muerte, llamada la época helenística.
En esta época hubo una gran expansión cultural, un cierto cosmolitismo que
consiste en vivir en un lugar con
diferentes culturas. Tuvieron gran importancia las matemáticas y las ciencias
experimentales y como consecuencia un predominio de la escritura. Se
establecieron algunas bibliotecas en algunos palacios de los monarcas
helenísticos y también se establecieron centros de investigación que
perfeccionan la idea de “comunidad científica”
impulsando así la formación de la biblioteca de Alejandría, que es
ejemplo de la nueva concepción del saber y la investigación. Una característica
esencial es la pérdida de significación de algunos de los conceptos centrales
de la cultura griega anterior y desaparece el empeño por crear concepciones
globales del mundo, surgen así nuevas filosofías de carácter práctico, además
la tarea del filósofo va a ser distinta. Así pues, se ocuparán en empresas aparentemente
más modestas.
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2.4. La teoría hylemórfica en el seno de la physis.
En su análisis de la realidad,
Aristóteles descubre otra distinción. Hay algo de lo que están hechas las
cosas, y una forma que, sin embargo, las distingue. No existe nunca una materia
sin forma. El sujeto concreto, la
sustancia, es un compuesto de materia y forma (hyle y morphe). La materia
es el sustrato de la forma, lo que captamos por los sentidos. La forma
constituye lo que cada cosa es.
Aristóteles profundiza en el
carácter inseparable de la estructura materia-forma: si se produce una esfera
de bronce, no se genera el bronce por un lado y la esfera por otro, sino que lo
que se genera es una esfera de bronce. Un compuesto de materia y forma que
recibe el nombre de la forma. Por eso predomina
la forma sobre la materia, porque es su esencia y su naturaleza, es el
principio del movimiento y la transforma en algo determinado.
La materia no existe como pura
materia prima en el mundo real, aunque haya que intuir una primera materia
indeterminada como fundamento último de todo ser y todo cambio.
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2.5. La kínesis o cambio. Los principios del cambio y 2.6. La
teoría causal
La “física” es el saber que
pretende explicar el movimiento.
Aristóteles define el movimiento como la
actualización de lo que está en potencia en cuanto que está en potencia. Todo
está en acto, pero simultáneamente tiene un número determinado de potenciales
según su naturaleza; cuando estas se están realizando tiene lugar el movimiento
y cuando han llegado a la realización plena (entelequia) el movimiento finaliza.
Cualquier sustancia inicia su
movimiento porque transforma algo en ella.
Por eso los principios del cambio son tres:
§
La sustancia que va a cambiar.
§
La forma que va a adquirir.
§
La privación de la forma.
Cuando se produce un movimiento,
hay una parte que cambia y otra que permanece; el cambio implica la adquisición
de una forma que la sustancia no tiene previamente. Ejemplo: una persona morena, no puede ponerse morena.
Hay diversas formas de cambio. En
general se puede agrupar en cambio sustancial y cambios accidentales.
Aristóteles clasifica el cambio de
cuatro maneras:
1.
Cambio sustancial:
nace o desaparece una sustancia.
2.
Locativo: Un
cambio de lugar en el espacio.
3.
Cualitativo:
altera una cualidad por otra en la sustancia.
4.
Cuantitativo: aumentar
o disminuir.
Aristóteles, después de explicar
qué es el cambio, qué principios lo inician y que tipos hay, procede a explicar
por qué hay cambios en la naturaleza. De aquí la teoría de las causas o, lo que es lo mismo, las diferentes
explicaciones del movimiento.
Las cuatro causas son:
1.
Material:
aquello de lo que algo se hace.
2.
Formal: determina
la estructura de la materia.
3.
Eficiente:
lo que origina el movimiento y que actúa de una manera causal en él, siendo el
agente que lo origina.
4.
Final: la
finalidad por la que algo se hace.
La causa más importante de los
cambios en la naturaleza es la causa
final. La “naturaleza no hace nada en vano”, aunque Aristóteles señala
también el azar. Este carácter azaroso hace que la naturaleza no alcance en
muchos momentos la finalidad que buscaba.
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2.7. Jerarquía de los seres y modos de ser
Aristóteles fue un gran teórico y
la Metafísica ,
el conjunto de escritos donde desarrolla la ciencia del ser. En ellos se habla de los principios de la realidad
sensible que, como la materia y la forma, parecen ser estructuras fundamentales
de la realidad. Pero es el ser, la
esencia, los modos de ser, lo que constituye el argumento central de la obra.
La metafísica se encarga del estudio del ser en cuanto ser y sus
atributos esenciales. La metafísica es la “filosofía primera”, el análisis
de lo que existe y cómo aparece ante mí.
Predicar algo del ser significa
qué categoría se le puede atribuir. Parménides predicaba el ser de forma
unívoca, “el Ser es y el no-Ser no es”. Platón lo predicaba de manera equívoca,
el mundo sensible constituía un cierto tipo de ser sin existencia plena ya que
dependía del mundo de las ideas. Para Aristóteles el ser se predicaba por analogía, existen muchos seres y todos
ellos compartes su pertenencia al ser. El ser tiene muchas formas de
manifestarse pero todas ellas hacen referencia a una forma primordial: la sustancia.
Un saber sobre la sustancia: el
ser está allí donde se da una realidad determinada que captan los sentidos.
Existe en sí mismo, individualmente. Las cualidades no son sustancias aunque
acompañan y determinan a la sustancia. Son, pues, accidentes que solo se dan en
algo que ya es sustancia.
Aristóteles establece, en las sustancias, una
interesante distinción:
Sustancia primera: Es aquella que ni se dice de un sujeto ni está
en un sujeto. La sustancia primera es el
individuo concreto, el sujeto individual que posee accidentes, tiene género
y pertenece a una especie determinada. Las
sustancias individuales son sustancias por excelencia.
Sustancia segunda: “Se
llaman sustancias segundas las especies a las que pertenecen las sustancias
llamadas primeras, tanto esas especies como sus géneros.
Aristóteles afirmaba que, en sentido estricto, solo existe el
individuo concreto, la sustancia primera que contiene la especie, sustancia
segunda, el género y la naturaleza. Solo son separables por el entendimiento.
La sustancia segunda es la esencia del individuo, lo que cada cosa
se dice que es por sí misma; su definición, lo que es algo por sí mismo.
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2.8. El motor inmóvil
Su teoría del movimiento lleva a
Aristóteles a suponer la existencia de un motor inmóvil que mueve sin necesidad
de pasar de potencia al acto y sin tener que estar supeditado al cambio, un acto puro.
Aristóteles parece aproximarse,
en estos momentos, al platonismo. Las cosas y el mundo aspiran a una continua perfección,
a pesar de todas las limitaciones, errores y entorpecimientos.
El motor inmóvil actúa como un
horizonte de plenitud al que toda la naturaleza aspira. La teoría de deseo
arraigada en la filosofía de Platón y Aristóteles presenta aquí uno de sus
momentos supremos. Este motor que no necesita moverse, porque eso supondría que
carece de algo hacia lo que se mueve, impulsa el movimiento del mundo “en
cuanto que es amado”.
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2.9. La idea de ciudadano en Aristóteles y 2.11. La
idea de polis y la condición de ciudadano
Las casualidades que Aristóteles
estudia en la Ética encuentran su
sentido en la Política , ya que es “la más fundamental de todas las ciencias, porque las contiene a todas”. Es
fundamental, al ser el hombre, por naturaleza, un “animal político”, o sea, un
ser que necesita convivir. Por consiguiente, la política sirve para construir
lo mejor posible una vida humana, y esta vida en común surgió para suplir la
soledad del hombre, su debilidad y su indefensión.
La ciudad, la polis, es el espacio
adecuado en el que el hombre delibera y elige. Los impulsos que nos mueven en
el mundo pueden ser “libres”. Esa posibilidad de elegir e inclinarnos
deliberadamente al bien plantea la cuestión de que, tal vez, cada uno busca lo
que le parece bien. Así, la voluntad se determina por bienes
aparentes.
La ciudad es, por tanto, un lugar
donde el hombre realiza, necesariamente, su vida; donde habla y se comunica. La
esencia del hombre se alcanza en ese espacio de comunicación que es la ciudad.
La convivencia no tiene lugar solo en un territorio físico, sino en un
territorio ideal.
Como Platón, también hace
Aristóteles un estudio de los regímenes políticos. Entre ellos destacan la
aristocracia, la oligarquía, la democracia y la tiranía.
El mejor de los regímenes
posibles consistirá en una mezcla donde se combine lo mejor de cada uno de
ellos. Lo mejor de la democracia es la libertad; de la oligarquía la capacidad
de crear riqueza; y de la aristocracia, su excelencia, capacidad y cualidades
intelectuales, ya que aristocracia
quiere decir “el poder y la fuerza de los hombres”.
Tres ideas fundamentales:
- La armonía, el bien común.
- La autarquía, hace referencia a la independencia y autoestima de la polis. Cuando la ciudad, e incluso el ciudadano, pierde esa independencia que permite vivir y pensar libremente comienza la destrucción. “Llamamos ciudadano al que tiene la posibilidad de participar en las deliberaciones, posee la capacidad para jugar, y, por consiguiente, llamamos ciudad a la unión de ciudadanos capaces también de vivir con autarquía”.
- La educación, creando mejores ciudadanos, tarea esencial del Estado. La idea de cultura moral como fundamento de la sociedad debe presidir la educación, la cual facilite el desarrollo de lo natural (physis), cuide de la estructura moral y los verdaderos valores de los jóvenes, y ha de fomentar su inteligencia y capacidad de pensar. Toda ciudad tiene un solo fin, la educación ha de ser una y la misma para todos los ciudadanos, y que el cuidado de ella debe ser cosa de la comunidad y no privada, como lo es en estos tiempo, en que cada uno se cuidado de ella debe ser cosa de la comunidad y no privada, como lo es en estos tiempos, en que cada uno se cuida privadamente de sus propios hijos y les da la instrucción particular que le parece.
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2.10. La ética aristotélica: ethos y praxis, el
concepto de areté
La felicidad la elegimos por ella
misma y nunca por otra cosa. Por otro lado hay tres tipos de bienes: los
exteriores, los del cuerpo y los del alma, estos últimos son los más
importantes, son los bienes por excelencia.
Aristóteles explica que la
felicidad consiste en el ejercicio de la actividad propia del hombre y esta no
es ni la vegetativa (propia de las plantas) ni la meramente sensible (que nos
igualaría a los animales), sino la intelectual. Por lo tanto el Bien supremo
del hombre, su felicidad, se encuentra en la actividad intelectual.
La ética es, por tanto, un saber
práctico.
La palabra areté, virtud, significa un
modo de ser. Definimos algo como virtuoso porque realiza bien la función
que le corresponde.
En cuanto al hombre, podríamos
traducir areté como excelencia humana: lo que nos hace
mejores en cualquier sentido. La areté
o excelencia del hombre es un hábito por el cual el hombre se hace bueno y
realiza bien su función propia.
Esta dependencia de la excelencia
o virtud de la racionalidad hace que Aristóteles defina la areté como “un
modo de ser selectivo, siendo un término
medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquello por lo
que decidirá el hombre prudente. Es un
medio entre dos vicios, uno por exceso y otros por defecto, variando según
la persona. Una vez escogido correctamente el término medio, que es la virtud,
se convierte en un extremo en sí mismo porque es lo mejor. En cuanto a las malas
acciones no hay un término medio porque es un extremo.
La areté es un hábito,
algo que se tiene, que se incorpora a nuestro propio ser.
Sobre todas estas virtudes o
excelencias, destaca la justicia. Su fuerza sobre las demás consiste en su
perfección, porque quien es justo se proyecta más hacia el otro que hace el
mismo. Este planteamiento muestra el sentido de solidariedad, que corresponde
esencialmente a la vida humana.
Y esta perfección quiere decir
que aquello que sirve para proteger al conjunto de los individuos es más
importante que lo que protege a uno de ellos. Por eso la injusticia es el mayor
de los males, al desgarrar el tejido social.
Las virtudes dianoéticas se desarrollan en el mundo intelectual y manifiestan la vertiente factorial del ser
humano. Su objetivo son, en principio, las cosas
necesarias, o sea, aquello que no puede ser de otra manera. Aristóteles
distingue tres tipos según las funciones
de la inteligencia: la función contemplativa, la función práctica y la función
productiva.
La función productiva desarrolla
la posibilidad de crear objetos; la prudencia, la posibilidad de idear objetos,
de reflexionar sobre el bien y el mal en función de determinados
comportamientos. La función práctica hace referencia a lo contingente y cambiante
de la vida; la prudencia ayuda a saber elegir bien nuestros actos para dirigir
correctamente nuestra vida. Utilizando la prudencia aclaramos el término medio
de la acción deliberando acerca de lo que es bueno y malo.
La unión de la ciencia (episteme) y la inteligencia (nous) es la sabiduría (sophía). En estas virtudes intelectivas
el alma alcanza su perfección. La sabiduría
se ocupa de la contemplación de las verdades
inmutables, que están por encima del hombre, por ejemplo del estudio de la
metafísica.
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